Cierro los ojos y todavía puedo sentir tu aroma en mi piel, aún enrojecida de desesperación, sexo, placer y risas.
Un escalofrío recorre mi espalda al recordar tus labios paseando por mi nuca mientras tus embestidas vencen a mis rodillas, elevándome hacia un precioso cielo que lleva tu nombre.
Soy tan tuya, joder.
En mis gemidos te entrego parte de mi alma, pues mi cuerpo ya pertenece a cada una de tus perversiones.
Me has convertido en insaciable, gata, puta y eternamente tuya. Y eso, me enloquece.
Adoro sentir como empiezas a contraerte en mi interior mientras empujas mi placer hasta el precipicio de una locura compartida. En ese precioso momento en el que mi lengua busca la complicidad de la tuya y mi cuerpo cae temblando sobre la cama, testigo de todos nuestros encuentros.
Entonces, estallo contigo dentro y un pequeño grito rompe ese curioso silencio arropado por nuestro gemir. Siento tu relajación en mi sexo, tu aliento en mi cuello, tu placer en mi sonrisa. Te disfruto, me disfrutas. Sin necesidad de nada más .
Y habitando ahí soy feliz.
Y no quiero abrir los ojos, ni dejar de recordar que mi piel huele a ti y que mi deseo lleva tu nombre, Locura…